Hay muchas formas de innovar. Modificar
o adaptar los usos y constumbres es una de ellas, no precisamente la
más sencilla. La racionalización de horarios puede beneficiar tambien a
los ciudadanos y a los gestores públicos, generando muchas ventajas.
Para ello
Ignacio Buqueras Presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles y de ARHOE y autor de ‘Tiempo al tiempo’ (Planeta) nos recuerda como podemos mejorar nuestros hábitos y adaptar nuestra cultura de trabajo.
10/01/2012
Por: Ignacio Buqueras y Bach

Todavía hoy, para un gran número de españoles,
la jornada laboral empieza entre las ocho y las nueve de la mañana y termina avanzada la tarde o incluso de noche;
a ello hay que añadir el tiempo de desplazamiento, que en las grandes
ciudades, sobre todo para quienes se trasladan desde el centro hasta la
periferia o viceversa, puede superar las dos horas entre la ida y la
vuelta.
Llegamos a casa muy tarde y agotados; cenamos fuera de hora; apenas
nos queda tiempo para estar con nuestra pareja y nuestros hijos;
prolongamos la jornada con un rato ante la televisión, cuya programación
se rige a menudo por horarios inadecuados; y dormimos poco y mal, lo
cual repercute en nuestra salud y calidad de vida y en un mayor riesgo
de sufrir accidentes laborales y de tráfico...
Así, no es extraño que muchos españoles encuentren
grandes dificultades para conciliar el trabajo remunerado con su vida privada, lo
cual da lugar a situaciones personales ciertamente lamentables. Padres y
madres que no ven a sus hijos en toda la semana, y que se desesperan
porque no saben cómo resolverlo; menores desatendidos; mujeres que
retrasan
‘sine die’ la maternidad por miedo a perder su cargo o a
descarrilarse completamente del tren de su carrera profesional; abuelas
estresadas por atender a sus nietos...
Por todo ello,
considero imprescindible modificar nuestros horarios. ¿Cómo? Acercándolos a los de otros países europeos de nuestro mismo nivel cultural y económico –
Alemania, Bélgica, Dinamarca, Francia, Reino Unido...–,
en los que los ciudadanos llegan a casa a primera hora de la tarde y
les queda tiempo libre para ellos mismos y para sus relaciones con los
demás. Propongo implantar en España un nuevo modelo horario,
un esquema de jornadas laborales capaz de conciliar la vida personal y familiar con la laboral. Así
lo han hecho, por ejemplo, y en ambos casos con excelentes resultados,
la compañía eléctrica Iberdrola y el Ayuntamiento de Madrid.
Con estos propósitos creamos en junio de 2003 la
Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, que desde entonces presido. Dicha racionalización presenta innegables ventajas:
conciliar
nuestra vida personal, familiar y laboral; permitir la igualdad real
entre el hombre y la mujer; mejorar nuestra felicidad y calidad de vida;
dormir el tiempo suficiente; favorecer la salud; aumentar la
productividad; disminuir la siniestralidad; apoyar el rendimiento
escolar; facilitar la globalización... y, en definitiva, algo tan importante como dar mayor valor al tiempo, para lo cual hay que aprender a gestionarlo.
“Un minuto que pasa es irrecuperable”, decía Gandhi, quien añadía:
“sabiendo esto, ¿cómo podemos malgastar tantas horas?”
El hábito de ‘calentar la silla’
En España sigue estando muy arraigada la cultura de la presencia, de
horarios interminables bajo la fiscalizadora mirada del jefe, donde
lo que importa es permanecer en el lugar de trabajo un número estipulado de horas y no si se realiza bien el trabajo. Mi amigo Rafael Termes, tristemente fallecido, dijo en una ocasión que en nuestro país
“hay
muchas personas que están en la oficina hasta bien avanzada la jornada
sin hacer realmente nada, hasta ver quién se va primero; tienen que
estar, es algo que se lleva”. Este ‘presentismo’ dificulta en gran medida la conciliación entre la vida personal, familiar y laboral de los trabajadores.
Y también perjudica a las empresas y las Administraciones, las cuales
disponen de unos empleados que, puesto que tienen que estar las mismas
horas lo hagan bien o mal, tenderán a ir a mínimos y a
‘sobrevivir’, tanto en casa como en el trabajo.
Debemos
sustituir esa cultura de la presencia, instalada aún en la mayoría de las empresas españolas y en buena parte de los centros de trabajo de las Administraciones,
por una cultura de la eficiencia; y más aún, de la excelencia, si queremos ser competitivos en un mundo tan globalizado como el que vivimos.
Opino que lo importante ha de ser cumplir bien el trabajo, no cumplir un
horario, y mucho menos sobrepasarlo sin necesidad. Para eso hemos de
pasar a una
dirección por objetivos, por resultados. Si un
profesional realiza eficazmente la tarea que tiene encomendada, no
debería pasar nada porque ese día se vaya una hora antes, de la misma
manera que cuando haya un
‘pico’ de trabajo se quede varias horas más y se le puedan descontar en otro momento.
Frente a la tradicional jornada partida, con una interrupción excesiva
de dos o tres horas para almorzar, abogamos por una jornada flexible y
con una pausa más breve al mediodía.
La Comisión Nacional plantea
que, de lunes a jueves, la jornada laboral comience entre las 7:30 y las
9:00 horas y finalice no más tarde de las 17:00, con un descanso al
mediodía de 45 a 60 minutos, tiempo suficiente para almorzar, si es
posible siguiendo la sana dieta mediterránea, e incluso echar una breve
siesta; y que los trabajadores dispongan de la
tarde del viernes libre.
Una nueva cultura de trabajo
Los empresarios deben saber administrar su propio tiempo; si no, ¿cómo van a administrar bien el de sus subordinados?
Han
de reducir el tiempo que se emplea en reuniones, a menudo improductivo,
y renovar el modelo de mando, haciéndolo menos autoritario; otorgar
mayor autonomía a sus empleados; y atender en lo posible a sus
requerimientos. Debemos ser próximos y dialogantes. Nuestros horarios
deben facilitar la excelencia, para la que es imprescindible la
motivación y la satisfacción. Si lo hacemos así, mejorará la
productividad, lo que es imprescindible para remontar la crisis.
Por su parte,
los trabajadores han de aprender a gestionar mejor su tiempo; a ser más comprometidos y responsables, rindiendo
desde el primer hasta el último minuto; y a ser conscientes de que su
presente y su futuro está ligado a la marcha de su empresa.
Estos cambios son necesarios y urgentes. Y para que se produzcan precisamos de la colaboración y el apoyo de todos. Reflexionemos
y busquemos soluciones efectivas en pos de unos horarios más racionales
y humanos. Sólo así gozaremos de una vida más feliz y realizada y las
empresas y las administraciones de una mayor productividad.