Propongo iniciar este recorrido por los nuevos espacios de negociación intercultural a partir de una deconstrucción de estos cuatro conceptos en un orden inverso al enunciado. Es decir, empezando por lo intercultural, siguiendo por la negociación y sus espacios, y acabando por lo que es nuevo en este escenario. Se trata, en todos los casos, de nociones polisémicas que han entrado en el dominio de lo políticamente correcto, aunque su concreción en la vida cotidiana es mucho más ambigua.
Lo intercultural, en primer lugar, hace normalmente referencia a la convivencia en un determinado territorio -por lo general urbano o más precisamente metropolitano- de actores y grupos cuyas identidades primordiales
cuyas naciones imaginadas- responden a patrones étnicos, políticos y religiosos distintos a los vigentes en la sociedad de acogida.
Lo intercultural es casi siempre resultado de movimientos de población antiguos o recientes, pues casi nunca se aplica a las diversidades internas de la sociedad de acogida -territoriales, generacionales, de género o clase. En los últimos años, alude sobre todo a un determinado tipo de procesos migratorios que han reconfigurado ciudades y regiones que no habían experimentado esta situación de “cruce de culturas”, más allá de momentos puntuales vinculados a procesos de descolonización. Lo intercultural es ambivalente por naturaleza: supone un reconocimiento de la diversidad, pero también determinadas formas de competencia o incluso de conflicto, lo que nos lleva al segundo término utilizado, el de negociación...
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